Las mellizas del bardo
Editorial Clase turista
Colección Saqueos en Greiscol
79 pág.
Por Nicolás Correa
Las pibas quieren cha cha
Es verdad, como dicen por ahí, hay violencia. Aclaremos: la violencia no
es crítica, la violencia es, no tiene una manera de ser: es acción pura. La
violencia por sí misma no conlleva una actitud crítica, ni hablar de que eso
que parece marginal conlleve una actitud crítica solo por el hecho de
mencionarlo. Al margen hay que escucharlo y después hacerlo hablar, y es sólo
después de que el escritor da posibilidad a esa dialéctica, que lo entiende y
puede comprender el estado de organicidad que exige la producción textual, y no
una mera reproducción o mostración de un evento político social, al mejor modo
Trapero, o en su defecto, a un interesante pasatiempo literario, del mismo
valor que un crucigrama, solo en ese momento se vuelve productivo y crítico.
La violencia del margen, si es encausada, incomoda, como incomodan las
mujeres de Vanoli.
Esas mujeres raspan, muerden, salen del texto, quizá algunas elecciones
en el lenguaje las vuelve demasiado artificiales, pero se ve minimizado en el
espacio textual. El mundo posible se vuelve un mundo real. Aquí el efecto y su
mayor logro. No hay un esfuerzo por querer ser, el artificio es dejar ser,
escuchar, digerir, y en esa procesión interna, la utilidad de la literatura. Sólo
encauzar la
violencia. Que Las mellizas del bardo sean barrabravas o
putas no habla de un margen, pensar la literatura en adentro y afuera, centro y
periferia, ciudad y campo, in y out, es poner una etiqueta que hoy resulta
atractiva. Todos quieren ver como se manifiesta ese otro, mientras podemos
vivir un mundo feliz a nuestro alcance, todos queremos ver como es ese lugar
del otro, esa marginalidad. Pensar en esa dicotomía seria anacrónico. Darle un
sentido que tanto ha dirigido la crítica desde el pensamiento más canónico
sería seguir tomando agua de la misma canilla. Sabemos cuáles son los márgenes,
los de nuestra propia mirada.
Y los pibes le vamos a dar
De alguna manera, Las mellizas del
bardo escapa a lo que Agustín Montenegro llama: el ala del pajarraco institucional. Su método es incendiario. El
gesto, folletinesco. Dentro de la literatura Pulp, inscribe una fuerte presencia de
sus personajes, que de ninguna manera se dejan imponer la historia y su peso
narrativo.
Vanoli escapa.
Logra fugarse.
El mundo es de ellas, Vanoli vuelve al origen. Las mujeres detentan
violencia, asedian al lector. Y dando vuelta la premisa del Pulp que priorizaba
la historia, porque Las mellizas del
bardo se posiciona dentro de la colección Saqueos en Greiscol, junto a El
tucumanazo, Tony y El cañón de Vladivostok, como literatura
Pulp, se hace potente en la producción de los personajes femeninos.
Entonces, bien lejos de una tradición latente que los ampare, la
inscripción y pretensión de una marca generacional ya no pasa por la violencia
del texto, la violencia es algo inherente a la literatura Argentina,
más aún, al hombre, la violencia es un hecho fundacional, sino por la organicidad
que tiene la escritura a la hora de ser trabajada.
Anticipando la conclusión sobre Las
mellizas del bardo, puedo pensar que su intención crítica se aproxima a la
idea de Mariana Cinat: Emitir un discurso siempre revela una
intención, un querer-decir-algo.
Y ese querer-decir-algo nunca
es tan simple como decir-ese-algo[1]. La
narrativa de Vanoli se vuelva orgánica, sin forzar ni traicionar a sus
personajes, y es ahí donde gana su peso crítico, más allá de la violencia.
[1] Mariana Cinat, “Sobre
historias silenciosas y silenciadas” en Las
lecturas. http://www.culturamas.es/blog/2012/08/24/sobre-historias-silenciosas-y-silenciadas/