gotas de crítica común
Emiliano Bustos
Libros de la talita dorada. 2011
Colección Los detectives salvajes
104 pág.
Por Nicolás Correa
Bustos no es un cyborg.
Las redes se despliegan
en todos los sentidos. Es la forma en que se produce el proceso de digestión:
Bustos ha sufrido la poesía de otras generaciones, la ha leído, la ha sentido
en el cuerpo, la ha digerido y finalmente, felizmente, es capaz de develar la
forma en que la red se despliega.
Es la intertextualidad,
sí, en ese caso la red se vuelve visible, pero no es lo único, porque la red es
en su poesía, hacia adentro y hacia fuera. Va y viene, sufre la filiación al
pasado, sufre la producción del presente. Constantemente pierde y recupera una
memoria construida de tradiciones, de eventos continuos, de temporalidades,
relaciones entre padres e hijos, digestión en proceso.
Bustos no es un cyborg.
El poeta pone el cuerpo
en el ritual, le pone el cuerpo al peso de la red para que la sociedad no
perciba la densidad del proceso, y expone las variables hereditarias: padres e
hijos, padres versus hijos, padres o hijos.
Observación del ritual:
devorar otros textos, convertirlos en jirones de textos que son solo
visibilidad intertextual, porque la parte oscura queda en Bustos, los efectos
del rito son su poesía. Pero no está sólo.
El orígen de nuestra
patria literatura, el devenir de nuestra patria literatura, los días anteriores
de que nuestra patria literatura salga de la pampa y sea trágica nación: “… descansaré a la/ sombra de lo único que
tiene la pampa/ y los poetas medirán el impulso asesino…”[1] Lee en el código
hereditario la posibilidad de llevar la antorcha, de cargar con los muertos,
pero tiene una capacidad asesina.
Bustos no es un cyborg,
está lejos de ser una máquina.
Aleja la llama de la
memoria, la apaga y la prende funcional, luminaria de una poética que mastica
las herencias. Aquellos míticos personajes, no son ellos, sino visible
intertextualidad, son entidades vacías, “Aquiles
es la furia/ el capricho, luego la pena por Patroclo;/ pero Héctor se está
despidiendo de su hijo, ahí,/ en algún lugar de su hermosa casa…” Hay un Aquiles, un Héctor, un Astianacte,
pero son otros. Robados de su patria, devueltos a otro espacio, y es en ese
lugar donde ya no son míticos, sino padre, hijo y enemigo, de carne y hueso.
Gotas de crítica común no es una máquina, es brujería. Y Bustos no es una máquina, las
máquinas no digieren, cumplen funciones, es brujo, curandero, hechicero. Es
capaz de pensar una patria poética.
[1] “El
chancho muerto” en gotas de crítica común.
Emiliano Bustos, Libros de la talita dorada, City Bell, 2011. En este poema,
Bustos lleva a cabo el ritual: el sacrificio del chancho. El valor de lo
sagrado produce un nuevo simiente/ devenir. Las tripas son regadas en la red,
el peso de las vísceras no comestibles, Bustos devuelve a su lugar a los
poetas, exige rituales, exige una nueva forma de leer, de escribir, de pensar
la producción y no la reproducción del discurso, pero desde la totalidad,
contradictoria, sí. En palabras de Cornejo Polar, Bustos es el poeta de la
totalidad contradictoria, es por momentos, imposible de asirlo, aunque la
referencialidad sea visible. Bustos ejerce la brujería, se maneja a saltos en
el tiempo, desordena los hechos históricos, en otros momentos los mantiene
lineales o los vuelve cíclicos. Puede leer en el pasado el encantamiento de las
serpientes o la serie poética de otros que intentan detentar brujería.
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