Choripán Social
Sebastián Pandolfelli
Editorial Wu Wei. 2011
178 pág.
Por Germán Solero
Literatura y delirio

Una
primer respuesta a esta pregunta, a la pregunta por la forma, se la puede
rastrear en el prólogo que Alberto Laiseca (maestro de Pandolfelli) escribe
para esta novela; allí dice: “Choripán
Social es, para mí, una acabada muestra de realismo delirante, tal como los
libros que escribió el gordo Soriano o los míos”. Y no solo en el prólogo, ya que en más de una
ocasión Pandolfelli pone esta reflexión en boca de sus personajes: “Acá somos
personajes del delirio de un tipo que además de que escribe poco y mal, cuando
le viene la loca, juega con nosotros como se le canta el culo”. El lector es
invitado a leer la novela de Pandolfelli en clave realista delirante.
Inmediatamente surge la inquietud por esta excéntrica definición. En principio,
yo, lector, la acepto e intento pensarla.
Así
como la alucinación viene a ser la percepción en ausencia de objeto, entiendo
el delirio como la percepción deformada del objeto. En este caso, el objeto
sería una especie de historia de la realidad política argentina. Choripán Social intenta trabajar con un
híbrido que mezcla diferentes rasgos de la política argentina en diferentes
personajes. Y supuestamente es sobre ese híbrido que se aplica el delirio (no
considero esta concepción híbrida ya como delirio, la considero una simple
mezcla). Digo híbrido porque, por ejemplo, en la figura del presidente de Argentina
que propone la novela se puede ver tanto a De la Rúa en su escape, vía
helicóptero, de la Casa
Rosada como a Cristina Fernández pensando en la
re-reelección.
Ahora bien ¿cuál sería la finalidad
de utilizar el procedimiento “delirio” en una novela? Hacer que la realidad
delire, generar una percepción deformada, distinta, puede funcionar para
subvertir un orden. Allí donde hay un orden anquilosado y naturalizado, allí
donde la realidad ha dejado de ser problemática y gris para ser simplemente
blanca o negra, allí el delirio viene a desnaturalizar, viene a desocultar
significados que por alguna razón han sido tapados por algún relato mayor.
Habría que aplaudir a la literatura que se propone hacer delirar aquello que
tiene por objeto.
El problema es que en Choripán Social ese delirio no se
termina de concretar. Lo que propone esta novela es una exageración que no
subvierte ningún orden, los estereotipos se reconocen claramente y su exceso no
aporta ningún punto de vista diferente.
Es la exageración por la exageración misma. Y si se quiere buscar los
casos más excéntricos, se puede encontrar desde un ejército de “cinco mil Pibes
Chorros” que se entrenan en una especie de base bajo tierra para combatir al
sindicalismo corrupto, hasta un auto “justicialista” que ante un callejón sin
salida despliega alas y se da a la fuga por los aires. La categoría “realismo
delirante” falla, desde mi punto de vista, para leer Choripán Social.
La única solución posible que hallo
a la pregunta por la especificidad literaria de la novela de Pandolfelli es la
búsqueda del humor. Se puede ver un humor que juega con los lugares comunes de
la política argentina. Se puede pensar, quizá, que a la hora de hacer humor no
hay nada mejor que recurrir a los lugares comunes, que pueden ser los más
eficaces. Aunque como lector pienso que sería mucho más productivo un humor
crítico, un humor ácido, un humor que ponga algo en jaque; que haga que una
lectura sea productiva, que haga que una lectura sirva como punto de partida
para otro tipo de reflexiones. Pero si se juzga la novela en función de lo que
el propio texto plantea, es decir, la búsqueda del humor a partir de la
exageración por la exageración misma, vale una última pregunta: ¿la novela
logra eso que se propone? Mi respuesta: aunque solo por momentos, sí.
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